Nombrado como el académico del año en Alemania, Raúl Rojas González creció en la colonia Doctores, estudió en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), revolucionó la Ingeniería Mecatrónica… y sigue esperando que el gobierno de México dedique al menos el 1 por ciento del PIB a ciencia y tecnología.
Cuando
Rojas tenía 6 años, su madre le advertía cada vez que escuchaba un camión de
basura que si no estudiaba terminaría de barrendero. Una licenciatura, dos
maestrías, un doctorado y una habilitación —máximo grado de estudios en
Alemania— después, el matemático mexicano trabaja para el servicio de limpia de
Berlín, pero no recogiendo basura, sino automatizando los camiones encargados
de esa tarea.
Eminencia
mexicana de la ingeniería mecatrónica, el científico se convirtió el lunes 23
de marzo en el primer latinoamericano en ser reconocido como Académico del Año
en Alemania, una distinción que le otorgó la Asociación de Facultades y
Universidades de ese país por la manera ejemplar con la que combina la
investigación y la enseñanza.
A
19 años de haberse naturalizado alemán, Rojas sigue definiéndose como
“orgullosamente politécnico”. Trabaja desde 1997 como docente investigador de
la Universidad Libre de Berlín. Desde ahí, ha desarrollado todo tipo de robots
que lo colocan como un referente mundial de la inteligencia artificial, pero
también como un férreo impulsor de la ciencia y la tecnología en México.
Entre
sus robots se encuentran insectos que ayudan a entomólogos a entender la forma
en la que se comunican las abejas, automóviles que se manejan mediante impulsos
cerebrales, lentes biónicos que permiten leer a los ciegos, camiones de basura
que se conducen en reversa por sí solos y humanoides capaces de jugar partidos
de fútbol. Actualmente, trabaja en una silla de ruedas que funciona mediante
comandos de voz para darle cierta autonomía a personas parapléjicas.
Cuando
Raúl Rojas González tenía seis años de edad, su madre le advertía cada vez que
escuchaba un camión de basura que si no estudiaba terminaría de barrendero.
Aunque
reconoce que su trayectoria se ha desarrollado en Alemania porque en México el
impulso a la ciencia y la tecnología son limitados, Rojas rechaza que el suyo
sea catalogado como un caso de fuga de cerebros.
Por
el contrario, propone que el gobierno mexicano fomente lo que en China
denominan “circulación de cerebros”; es decir, políticas públicas que
incentiven la salida de estudiantes al extranjero y su retroalimentación con el
país.
El
físico-matemático es una muestra de esta circulación de cerebros. Aunque dejó
el país en 1988, actualmente mantiene una colaboración cercana con
universidades mexicanas y en cada proyecto que lleva a cabo en Alemania busca
la manera de involucrar a instituciones nacionales.
Alumno sobresaliente
Rojas
nació el 25 de junio de 1955, diez minutos antes que su hermano gemelo, Jorge.
Es el tercero de los seis hijos de Graciela González, una maestra de Primaria,
y Jorge Rojas, un ingeniero civil que truncó su carrera por falta de recursos.
Creció
en la colonia Doctores, en la Ciudad de México, en el seno de una familia de
clase media en la que la educación era una prioridad.
Su madre y su padre
fueron parte de la primera generación de sus familias que cursó estudios
universitarios, de ahí que ambos le inculcaran a sus seis hijos la meta de
concluir su educación superior.
Aunque siempre fue
un alumno de dieces, la presión de sus padres nunca dejó de sentirse.
Cuando Raúl Rojas
González tenía 6 años, su madre le advertía cada vez que escuchaba un camión de
basura que si no estudiaba terminaría de barrendero.
Matemático-economista
Raúl Rojas González
ha destinado la mitad de su vida a la docencia y al estudio de una
licenciatura, dos maestrías, un doctorado y la habilitación que lo faculta para
dar clases en Alemania.
Miembro de una
generación de jóvenes que vivió las secuelas de los movimientos estudiantiles
de 1968 y 1971, ingresó a la Escuela Superior de Física y Matemáticas (ESFM)
del Instituto Politécnico Nacional en 1972. Cursó la licenciatura en
matemáticas en cinco años, uno más de lo normal debido a los constantes paros
de actividades en el plantel.
En 1974, cuando aún
era estudiante de licenciatura, ingresó como programador en el Centro de
Investigación Nuclear, y tres años después, cuando tenía 22, se convirtió en
líder del Grupo de Sistemas Operativos de dicha institución.
Fue ahí en donde
tuvo su primer contacto con la inteligencia artificial.
Al tiempo que
trabajaba y cursaba sus estudios en matemáticas, era parte del Sindicato del
Centro de Investigación Nuclear y del Consejo Estudiantil Universitario del
IPN.
Su maestro de
física experimental, Modesto Cárdenas, recuerda que, a pesar de ser muy activo
en este grupo que constantemente convocaba a paros y asambleas, Rojas nunca
descuidó sus estudios.
“Raúl era parte del
Consejo Estudiantil Universitario, pero a pesar de eso era un excelente alumno,
siempre curioso, preguntaba mucho, se esforzaba por entender, era de esos
alumnos cuyo talento se reconocen de inmediato”, señala el hoy decano de la
ESFM.
En 1977 obtuvo la
licenciatura en Matemáticas con promedio de 9.57 y unos meses después comenzó a
dar clases de matemáticas, geometría y lógica matemática en su alma máter. De
acuerdo con documentos del Archivo Histórico de la ESFM, Rojas se encuentra
entre los egresados con los promedios más altos. Su activismo en el Consejo
Nacional de Huelga y el triunfo de José López Portillo, quien se presentó como
candidato único en las elecciones presidenciales de 1976, despertaron en el joven
Raúl Rojas su interés por los conflictos económicos y sociales del país.
Así, entre 1980 y
1981 estudió, al mismo tiempo, dos maestrías: una en Matemáticas en el IPN y
otra en Economía en la UNAM.
Fue en su paso por la UNAM —donde también dio clases de Economía
Política— en donde lo convencieron de tomar la decisión que cambiaría su vida:
irse a Alemania a estudiar un doctorado.
El mexicano que hace robots
Llegó a Alemania en
1984 con su esposa, Margarita Esponda, también especialista en ciencias de la
computación, y Tania, su hija recién nacida.
Al mismo tiempo que
estudiaba el doctorado en Economía, se convirtió en profesor de la Universidad
Técnica de Berlín. Ahí colaboró en el desarrollo de las llamadas “computadoras
de quinta generación”; es decir, aquellas capaces de operar a partir del
reconocimiento no sólo de números, sino también de palabras.
Entre 1986 y 1996,
el matemático y economista se desempeñó como investigador de la Corporación
Nacional Alemana de Matemáticas y Ciencias de la Computación y como profesor
visitante de diversas universidades extranjeras, entre ellas la Martin Luther
de Halle, en Alemania; el Instituto de Electrónica de la Universidad Técnica de
Viena y el Mills College de Oakland, California.
Su gran oportunidad
llegó en 1997, cuando se convirtió en profesor titular de Inteligencia
Artificial del Departamento de Matemáticas e Informática de la Universidad
Libre de Berlín, la mayor de las cuatro universidades de esa ciudad y una de
las más grandes de Alemania.
Tardó sólo dos años
en desarrollar los robots que lo darían a conocer a nivel mundial: El mítico
equipo Fu-Fighters.
En 1999, Rojas y un
equipo de nueve estudiantes comenzaron a desarrollar pequeñas máquinas
automatizadas capaces de mantenerse en la cancha sin caerse ni golpearse,
gracias a que fueron dotados de un sistema de reflejos similar al del ser
humano. Con estos robots se coronaron dos veces campeones de la Copa Mundial de
Fútbol de Robots, la RoboCup.
Sus pequeños
Fu-Fighters no sólo son considerados estrellas de los mundiales de fútbol de
robots, también son un complejo laboratorio para crear prótesis que permiten a
las personas con discapacidad mejorar su calidad de vida debido a que son
máquinas con una extraordinaria capacidad de coordinación.
A los robots
futbolistas le siguió la RoboBee, una abeja robótica que ayuda a los
entomólogos a estudiar la forma en la que se comunican las abejas. El cuerpo
del robot tiene el tamaño, temperatura y olor de dichos insectos para evitar
que se le reconozca como un intruso. Hasta ahora el científico y su equipo han
logrado que el robot conduzca a otras abejas hacia fuentes de alimento.
Pero Raúl Rojas no
sólo crea robots. En su afán por inventar máquinas que imiten actividades que
el ser humano realiza sin pensar –como leer, caminar o reconocer objetos–,
abrió la puerta a tecnología que puede mejorar la calidad de vida de personas
con discapacidad.
En 2005 desarrolló
unos anteojos biónicos que permiten a personas invidentes leer textos o
circular libremente por las calles. Los lentes, equipados con una cámara de
video de alta resolución, una minicomputadora, un sintetizador y un micrófono,
transforman en voz textos de diarios, revistas, anuncios y nombres de calles.
El arquetipo está perfeccionándose debido a que aún es pesado y costoso.
Un año después,
Rojas se planteó un nuevo reto: desarrollar el auto del futuro. En 2006 fundó
en la Universidad Libre de Berlín el laboratorio AutoNOMOS, un proyecto en el
que convergen empresas y el Ministerio de Educación e Investigación de
Alemania.
En 2007 presentó el
primer carro alemán no tripulado llamado “El Espíritu de Berlín”, una Minivan
que puede transitar sin conductor debido a que está dotada de GPS y sensores
que permiten detectar peatones, semáforos y autos alrededor de él.
“Empezamos con
robots pequeñitos, de 18 centímetros de diámetro y cinco kilos. Ya que teníamos
experiencia, empezamos a hacer robots más grandes, era una meta que habíamos
alcanzado… lo que pensé era que debíamos dedicarnos a otros proyectos con más
envergadura, así creamos el proyecto”.
Desde 2011, el
Espíritu de Berlín circula por las calles de esa ciudad gracias a un permiso
especial otorgado a Rojas y su equipo.
“En 2011 salimos a
la calle y, actualmente, el único carro que circula regularmente es el nuestro.
Aunque ya todos las automotrices tienen este tipo de tecnología –Audi y
Volkswagen la tienen–, no prueban los autos en la ciudad, los prueban sobre
todo en carretera”.
Proyecto evolucionado
Rojas tardó cuatro
años en presentar lo que calificó como el proyecto más importante de su
carrera.
Y así, volvió a ser
noticia mundial cuando presentó el “MadeInGermany”, un moderno Passat dotado de
sensores y ordenadores que posibilitan que el coche se mueva a través de ondas
electromagnéticas cerebrales.
El académico y sus
ayudantes diseñaron una diadema de 16 sensores para electroencefalograma capaz
de convertir en órdenes los pensamientos del conductor.
“Sólo queríamos
saber si era posible conducir un coche con el cerebro”.
A éste le siguieron
otros proyectos similares.
En 2013, el
científico mexicano fue contratado por el servicio de limpia de Alemania para
automatizar un carro recolector de basura. Rojas implantó un sistema capaz de
hacer que el vehículo de más de 20 toneladas conduzca en reversa y se estacione
solo.
Ese mismo año,
presentó un dron repartidor de pizzas, un robot capaz de cruzar la ciudad y
llevar dicho alimento hasta la dirección que se le indique.
Actualmente,
Rojas trabaja en el desarrollo de una silla de ruedas inteligente. El prototipo
que ya está listo, puede ser usado por personas con parálisis total, pues
funciona mediante comandos de voz.
Circulación de cerebros
Amante del mole
poblano, las novelas de Gabriel García Márquez y la ópera italiana, a Rojas no le gusta que lo clasifiquen como un caso de fuga de cerebros.
Reconoce que la
ciencia y la tecnología siguen siendo los “patitos feos” de la política pública
en el país, pero insiste:
“La nacionalidad es
irrenunciable, por eso una cosa muy importante es no tenerle miedo a que la
gente salga al extranjero, porque siempre hay retroalimentación. Ahora muchos
mexicanos están en Estados Unidos y en las universidades de Europa. Hay 3,000
estudiantes mexicanos en el mundo, y, de esos, 2,000 van a regresar a México,
eso ya es un avance. Pero, además, con los que se quedan hay que buscar la
manera de que sigan relacionados y contribuyendo. Lo que tiene que hacer el
Conacyt es ver cómo mantener el contacto, por eso siempre digo no fuga de
cerebros, sí circulación de cerebros”.
Rojas es un ejemplo
viviente de circulación de cerebros. Actualmente mantiene relación con
universidades mexicanas, visita México hasta cinco veces al año para dictar
conferencias y cursos, forma parte del Sistema Nacional de Investigadores y de
la Academia Mexicana de Ciencias, ha formado a estudiantes mexicanos en Berlín,
en su equipo del laboratorio AutoNOMOS figura el mexicano Ernesto Tapia y tres
de los compatriotas que ha ayudado a doctorar dan clase en las universidades de
Guadalajara y Tabasco.
Pero no sólo eso, a
19 años de que se nacionalizó alemán, el científico dice sentirse afectado por
la situación del país.
“Soy mexicano, me
siento partícipe y me siento afectado cuando algo no funciona como debería, por
eso cuando me refiero a México hablo en plural, porque sigo siendo parte de mi
país”.
Por ello, critica
que a más de 14 años de que el ex presidente Vicente Fox prometió destinar el 1
por ciento del Producto Interno Bruto a la ciencia y la tecnología, México se
encuentra lejos de cumplir esta meta.
“La ciencia y la
tecnología no tienen los recursos que debería tener. México es miembro de la
OCDE y como tal se comprometió a invertir el 2 por ciento del PIB en
investigación y desarrollo, pues la mala noticia es que México no ha llegado a
ese porcentaje”.
Para el científico,
el principal problema radica en que en el país la investigación es una
actividad en la que participan sólo las universidades.
“El gran déficit en
investigación, el problema central en México, es que no hay investigación
industrial. En Alemania hay la investigación de las universidades y, por otro
lado, las grandes compañías tienen sus propios centros de investigación; cada
compañía grande, farmacéutica, automovilística o lo que sea, tiene su centro de
investigación y, en su conjunto, la investigación privada en Alemania emplea a
más gente que las universidades, porque están creando más productos y tienen más
recursos; en México no es así”.
Rojas no descarta
regresar a México, aunque reconoce que en este momento sus proyectos se
encuentran en Alemania.
Desde hace varios
años, Rojas forma parte de la lista de “personajes destacados” de la
Universidad Libre de Berlín, junto a académicos y ex alumnos como Gerhard Ertl,
premio Nobel de Química 2007; Andrea Fisher, ex ministro de Salud alemán; Klaus
Hänsch, ex presidente del Parlamento Europeo, y Herta Müller, premio Nobel de
Literatura 2009.
Recibió el premio como el mejor
Académico del Año de ese país, un reconocimiento que por primera vez desde que
fue instaurado se entrega a un latinoamericano.
Recordó que la AMC tiene como objetivo conformar una red de
investigadores que rompen las barreras de su propia disciplina, y también tiene
la función –agregó- de formar una punta científica para mostrarle al resto de
las universidades e investigadores qué tipo de proyectos se pueden abordar y
trabajar. “Esa es la idea de la Academia, un grupo que trabaja de manera interdisciplinaria
y poniendo el ejemplo de cómo se puede hacer investigación en México”.
En el auditorio del Instituto de Investigaciones en Matemáticas
Aplicadas y en Sistemas (IIMAS) de la UNAM, Rojas González ofreció la
conferencia “Automóviles autónomos para la ciudad” y mostró el vehículo
autónomo “MadelnGermany”, prototipo de auto que se maneja sin intervención
humana, el proyecto más importante hasta ahora realizado en su carrera
científica, según admitió.En la ceremonia de ingreso, presidida por José Franco,
presidente de la AMC, Raúl Rojas recibió un diploma que lo acredita como
Miembro Correspondiente y un fistol. José Franco expresó que con la figura de
Miembro Correspondiente la AMC reconoce la trayectoria y obra de los
investigadores que trabajan en instituciones del extranjero, que además de
haber destacado en su área, han contribuido de manera importante al desarrollo
de la ciencia mexicana. En la actualidad, son 92 los investigadores de
prestigiados institutos y universidades fuera del país, incluidos 10 Premios
Nobel.
El científico ha desarrollado EYEDRIVER, un sistema
tecnológico que permite la conducción por medio de la vista, el cual instaló en
un coche Dogde Caravan de pruebas que llamo "Espiritu de Berlin". Las pruebas se realizaron en el 2007, en el aeropuerto de Tempelhoft, Berlín, Alemania, ¿Cómo funciona? A través de un sistema que origina el manejo mediante forma visual, los ojos ocupan un vital manejo en el sistema permiten mandar y recibir señales para la máquina y así transmitir los mensajes. Mientras que en el exterior el auto posee sensores laser para detectar objetos cercanos, sistema GPS ,WiFi para transmitir y recibir información , video camaras y el sistema que ya se había desarrollado en los robot futbolistas para ser conducido sin manipular el volante.
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